Qué
noche la de aquél día
Me uno al carro de la
propuesta Beerano 2013 de Pau Lupuloadicto de resumir nuestro verano cervecero.
Una buen idea tanto a nivel global, para hacer piña compartiendo experiencias
de nuestro jugo favorito, como personal para liberarme del corsé de la
rotativas digitales y escribir con la misma libertad que vosotros, amigos blogueros
de la cerveza. Voy a contaros lo que se queda fuera de la imprenta digital,
alguna anécdota curiosa, que no ha quedado reflejado en Fermentando Malta
(tirad del tío google para buscarlo).
Por lo que he visto
hasta ahora, para mí como para la mayoría de mis colegas de Beerano 2013, este
ha sido un verano viajero, que inicio con un previo, justo una semana antes del
periodo estival, recorriendo la península italiana. En pocos sitios puedes
estar plenamente seguro de haber bebido la mejor cerveza del país. Pues la
República de San Marino es uno de ellos, ya que sólo hay una marca, Titanbräu. Probé dos que me resultaron dignas,
pero lo mejor será ver la cara de Pau cuando le pase unas etiquetas que seguro
que serán la envidia de sus colegas coleccionistas. Entre otras cervezas del
viaje, como las elaboradas por la parmesana Birrificio del
Ducato, en Rimini probé la explosiva Mikkeller Hop Bomb Challenge del 2011 e introduje a mi amigo
Carlos en el mundo lupulizado con una Bikini Beer de la
noruega Eviltwin Brewing con mucho cuerpo para tan sólo 2.7º de alcohol,
ya que hacía faenas extras de chófer.
Entrando en plena temporada
veraniega, Escocia y Manchester han sido mi primer destino en un viaje
familiar, recogidas ya en dos publicaciones. Me resultó especialmente
interesante el haber conocido en la Isla de Arran a José, un brewerer aragonés
que trabaja en Arran Brewery, o la cata de cervezas tales como la IPA de
Caledonian, las premiadas por la Asociación de Pequeñas Cervecerías
Independientes (SIBA), la excelente Gold de Cairngorm (aunque fuera en vaso de
plástico) o las que sirven en el encantador pub Halfway House. Debo reconocer
que tanto mi mujer Toñi como mi hijo Damián soportaron con resignación en el
viaje mis antojos cerveceros, aceptaban que planificara recorridos y lugares
para buscar un pub especial o una tienda que se dedique más a la venta de
líquidos fermentados que destilados. Sólo una vez se opusieron, cuando en
Edimburgo pasamos por “casualidad” por la puerta de un bar de Brew Dog y no me
dejaron entrar más que para hacer fotos al local. Menos mal que en Manchester
me pude desquitar aprovechando un momento de lluvia y en su bar en esta ciudad
tomé un par de cervezones, como diría Txema.
Pero si tengo que destacar
algo de este verano es, evidentemente, haber redescubierto los lúpulos
americanos en mi viaje a Las Vegas y poder comprobar en primera mano el fenómeno
revolution craft beer. En breve
saldrá publicado ‘Póker de Cervezas en Las Vegas’ en la sección Fermentando
Malta que resume las experiencias vividas y bebidas. Pero lo que no podré
contar allí es todo lo que pasó en el Pub del Hotel Montecarlo, al que llegué
con dos colegas nada más terminar la tarea del trabajo que nos llevó a la
ciudad del pecado. A modo de resumen, baste decir que llegamos sobre las 5:30
de la tarde y cerramos el local pasada la 1 de la madrugada. 22 cervezas
llegamos a probar en el curso intensivo sobre lúpulos que le impartí a Carlos
(sí, el de la Bikini Beer), que se dejó llevar tan a gusto, que acabó convertido
y trayéndose cuatro birrones americanos en el viaje de retorno a Valencia. Para empezar, os cuento que
me encanta el slogan del local: “Comidas que no podrás olvidar y bebidas que no
podrás recordar”. Desde luego no olvido la hamburguesa de kobe que cenamos allí
y no recordaría todas las cervezas si no fuera tan meticuloso como para
apuntarlas o pedirle al barman Robert Eads, Rob, que lo haga por mí cuando no
pillaba bien su nombre. Nada más llegar, nos sentamos en la barra y se acerca
Rob, con el que acabamos casi como camaradas, vendiéndoles a mis compañeros la
oferta happy hour que tenía de dos
cervezas a precio de una para Bud, Bud Light y Coors. Yo le llamo, haciendo
gestos con la mano, diciendo come here,
my friend, y le suelto, en el mejor inglés con acento americano que puedo ¿tú
te crees que hemos venido a este local, con más de 300 referencias, para
tomarnos una f*cking bud? Me di
cuenta de que me había metido al tipo en el bolsillo cuando empezó a
descojonarse y a partir de entonces se volcó para ayudarme y aconsejarme a
seleccionar las cervezas a catar, dándome a probar todas las que quería y las
que no. Antes de tomar la cerveza, nos traía tablas de cuatro chupitos para
probar opciones y nos regalaba un quinto, cortesía de la casa. Un verdadero bartender de los que si hace falta, seguro
que te hace una sesión de auténtico psicólogo.
Desde luego los americanos son
joviales y abiertos, sobre todo en la barra de un bar. Así fue como a lo largo
de la jornada entablamos conversaciones fraternales y grandes risas con Mike,
un auténtico entendido y su guapa compañera Jackie “chica caliente”.
Compartimos experiencias cerveceras y acabamos haciéndonos fotos, pasándonos whatsapps y prometiendo intercambios de
etiquetas, chapas e incluso de botellas de cervezas por correo. Todo empezó
cuando tras un par de intercambio de puntuales comentarios y peticiones de
consejos, le comenté a Mike que no entendía que con tantas cervezas fantásticas
en un local con 120 caños, estuviera tomando una cerveza japonesa en botella. Tierra
trágame me dije a mi mismo cuando me dio toda una lección sobre cervezas con
gusto a café, sus favoritas, acabando por justificarme el porqué de esa
ESPRESSO STOUT - Hitachino Nest de Kiuchi Brewery. La verdad es que ya no
recuerdo muy bien su justificación, pero ahora que caigo, la probé para
comprobar su sabor torrefacto y cafeinado, con lo que la lista sube a 23!
(tranquilo Pau, en malas condiciones, pero tengo la etiqueta).
De pronto Mike y Jackie se
dieron cuenta de que nuestro tercer compañero se había marchado, y me preguntaron
por qué. Cuando les contesté que no disfrutaba con la cerveza, Carlos y yo casi
nos caímos al suelo de risa al ver que hacían pedorretas y signos de la mano con
el pulgar hacia abajo. Los tuve que contener diciendo que era el jefe y el que
pagaba todo y los abucheos se convirtieron en sonoros aplausos.
Realmente fue una de esas
veladas irrepetibles en que disfrutas como un enano. De hecho, Carlos y yo repetimos
lugar al día siguiente tras la cena, como fin de viaje al ser el último día y
no fue lo mismo. Pero a modo de consuelo, esta segunda vez hubo ocasión de
comprar tres botellines de Dogfish Head 120 minutes IPA.
No me puedo olvidar de lo
peor del verano desde el punto de vista cervecero. No tengo absolutamente
ninguna duda. Lo peor fueron las cervezas que acompañaron dos cenas: en un restaurante indio en Escocia probé una Lal Toofan (que no conocía y espero no volver a
probar) y en un restaurante chino en Las Vegas me sacaron una Tsingtao (que conocía de mi estancia en Pekin). Obviamente, estas cervezas no estuvieron a la
altura de las bebidas el resto de días de los viajes. ¿Os oigo preguntar que
por qué las pedí? Obviamente, porque eran las únicas que tenían.
Ha sido un verano intenso, difícil de repetir en lo que respecta el sugerente mundo de la malta y el lúpulo. Pero aunque la vida es corta, la planta del lúpulo es larga, así que ¿quién sabe lo que nos deparará el próximo Beerano 2014?
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